Tengo la guata llena. De frutos secos, de límites recién puestos, de la trágica historia de Camille Claudel, de lo que voy a escuchar en un rato, de lo que va a pasar, de lo que no me va a gustar, de quien voy a conocer, de que me vengan a ver, de topinambur y de zapallito italiano. De ganas de que por una sola noche lo pueda abrazar y no tenga que pensar en nada más que en ese momento. De la deconstrucción de la mente, de la post-verdad, del denominador común de las religiones, de la gente poco reflexiva, del fueguito interno, de los trabajos estables, de las relaciones desechables, de la satisfacción instantánea, del placer inagotable que ofrece Netflix y Pedidos Ya. De que los que más contaminan son los más poderosos. De elevarse, de estar por sobre la media racional. De que los hare krishna saben algo que nosotros no. De que es un camino difícil el del autoconocimiento porque, como en un viaje, una vez que empiezas, es casi imposible dejar de explorar. Y lo peor de todo, es que todavía no me he comido el postre.
-
Puerto Varas 2019